“Eso es lo mismo que los radioaficionados!”, fue la sentencia lapidaria emitida por mi Jefe a mi entusiasmo por el descubrimiento de internet. Era comienzos de los años 90, para que se pueda entender digamos que NO EXISTIA el WWW, es decir el concepto de “navegar” no había sido inventado. Ciertamente éramos muy pocos los “locos de la azotea” en aquellos años que sentíamos que algo grande estaba surgiendo y que no podíamos perdernos la oportunidad de ser protagonistas de esa revolución digital.
Hoy internet es lo que es, y mi entusiasmo y expectativa se traslada a otros horizontes, más apasionantes y también más preocupantes.
La estructura básica ya está funcionando, el Código Binario y el Protocolo IP lograron afectar a la humanidad como ninguna tecnología nunca en la historia. Encima de esta nueva realidad digital está surgiendo una nueva sociedad, una nueva forma de ver al mundo en tiempo real así como también una nueva forma de vivir en él.
Es muy difícil ver la ola desde adentro, y más cuando por momentos estamos en el torbellino de cambios estructurales que hasta los historiadores del futuro tendrán problemas para armar una línea de tiempo por el corto espacio que hay entre un hecho importante y otro. En cuestión de meses aparecen y desaparecen tecnologías, formas de comunicarnos y divertirnos, y lo más dramático, regiones enteras del mundo con cientos de años de historia están en plena revolución donde sus líderes no saben si se enfrentan a personas o a máquinas.
Incluso en los países que gozamos de libertades y acceso a las nuevas tecnologías, sus gobernantes y líderes sociales tampoco están entendiendo completamente a que nos enfrentamos, que dimensión tienen estos cambios y cuáles serán sus consecuencias a largo plazo.
Todos nos dejamos llevar por las redes sociales, juegos integrados con TV, TV integrada a Internet y ésta integrada a los gobiernos en tiempo real juzgando minuto a minuto las gestiones y a los políticos de turno. Es como si las elecciones se realizaran cada vez que los ciudadanos oprimen el botón de ENTER en el Twitter.
Al parecer lo que tenemos por ahora es que los SmartTV, las redes sociales, los teléfonos inteligentes, las tablets, etc., etc. Están marcando una tendencia común en todo el mundo: LA FRAGMENTACION SOCIAL.
Esta fragmentación no es económica, es cultural. Cada vez tenemos más opciones para informarnos, divertirnos así como también de emitir nuestra opinión. Cada vez somos más libres de elegir con quién compartimos nuestras vidas sin importar el idioma, o la región del mundo donde estemos. Cada uno de nosotros integra esa aldea global que de global tiene poco y mucho de aldea pues son de 150 a 200 la cantidad de contactos promedio que tenemos en las redes sociales en los países más desarrollados, muy similar a las viejas aldeas de la edad media europea o a los barrios latinoamericanos donde la premisa era “somos pocos y nos conocemos”.
Esta fragmentación ya está causando enormes cambios en la industria del entretenimiento, los grandes medios tradicionales ven como sus modelos de negocios están siendo cuestionados por nuevas formas de vender y distribuir la información y el entretenimiento. Esto genera preocupación en la industria pero a la vez abre puertas enormes para nuevos emprendedores, nuevos negocios y nuevos mercados que antes eran imposibles de alcanzar. Estos cambios son similares a la corrida del oro en California de hace dos siglos, todos tendremos la chance de encontrar nuestra mina dorada, solo que en lugar de un pico y una pala, necesitaremos de creatividad y talento.
Pero el cambio más dramático, estructural y con consecuencias a largo plazo de esta fragmentación se dará en la forma de cómo nos gobernaremos, como será nuestra Democracia 2.0, nadie tiene esa respuesta aún, lo que si sabemos es que mi Jefe estaba muy equivocado, Internet no era igual a los radioaficionados.